Amanece y nos vemos pequeños, también distantes, flotamos en la angustia y no entendemos por qué. Tuve que soltar ciertas veces tu mano para ir a llorar al lado que siempre alberga la noche. Caminé leguas incansables de polvos desconocidos, tuve nuevas formas de tropezar mientras flotaba. Lo cierto, es que esta vez en un crater, todavía en la luna, se me olvidó el miedo.
Pude probar que hay agua, vi mi reflejo y me contenté tanto en el mismo que terminé mojado, sin siquiera pensar lo que podría llegar a albergar un agujerito con agua en un satélite perdido.
Estábamos en el río, no había barcazas, zumbaba el agua y el viento a coro, un pato se sumergía y salía cansado, nuevamente había errado el picotazo y se quedaba sin cena. Y lloraste, lloraste muda envuelta en mis brazos, entendí por primera vez, que vos te sentías sola, y me acordé un poquito también de aquel viaje a la luna.
Teletransportanos lejos de tus miedos, derrapemos entre polvos que flotan y quedan perplejos en el aire formando nubes estancas mientras rodamos colina abajo, si te acostás en la tierra podés escuchar a la luna dije, te pido complicidad, porque si fuese una mentira y la luna en verdad no llegase a decirnos nada ver tu risa cómplice me calmaría el proceso. En las nubes de polvo se puede dibujar, y me levanté de tu lado para dibujarte en el tiempo, si la nube estanca jamás se iría a modificar. Y alguien alguna vez mirará incierto desde aquel río al que todavía no visitamos por última vez, y en la luna verá tu retrato inmutable sin siquiera saberlo. Quise contarte esta historia, miré entre el polvo hacia el suelo y en verdad no estabas acá, escuché tu ronquido antes de asustarme, te habías dormido en mi regazo.
Habías eternizado tu figura en mis sueños, y comenzaste a infestar pasados que no tenían ni siquiera indicios de vos, y paradójicamente estabas por todas partes. El futuro tiene cientos de hogares, y todos te gustan, y el presente es el detenimiento de un semáforo donde por 40 segundos se estanca tu risa e ilumina más que un faro. Que privilegio el mío, escribo la tercera amnesia de un fin de año, y por primera vez, lo único que quiero perder es el miedo a perderte, que es en verdad tan niñezco y tenue como imaginar que alguien desdibuje las nubes y el polvo, que llegase algún astronauta y en vez de admirarte y volver a eternizarte, todoscaemosentujuego, comenzara a desdibujar el polvo flotante solo por maldad. No hay posibilidad alguna, la magia nos baña a todos.
Definime un calado, no teníamos ni idea porque era tan alocado como la parte baja de un barco y patrones en telas y papeles, quedaban 30 segundos de semáforo (treinta escrito quedaba mejor), probablemente veinte de tu risa, y seguramente los diez restantes para mirar al cielo que ahora comenzaba a mostar tu rostro por todo el hemisferio.